Estas pequeñas tareas como rasgar, cortar, pintar, colorear o
enhebrar se relacionan directamente con la capacidad del infante de coordinar
su visión con los movimientos de manos y dedos y aunque se vean simples y sin
mayor importancia, son fundamentales para su desarrollo motriz y su futuro en
la lectoescritura y en otras áreas académicas
Estos movimientos controlados y deliberados que requieren mucha
precisión, conocidos como de "motricidad fina", desempeñan un rol
protagónico en el posterior aprendizaje de la habilidad manuscrita.
Estas tareas, o actividades de coordinación viso-motriz, tienen
como característica fundamental la introducción de un "objeto",
llámese lápiz o papel, dentro de un marco de manipulación y utilización.
El objetivo principal es la adquisición del control sobre los
movimientos y el consecuente dominio de sí mismo por parte del niño, en
relación con los objetos sobre los que actúa y el espacio donde tiene lugar la
actividad.
De la misma manera, estos ejercicios suponen la representación
mental de la acción, antes de realizarla, por lo que se pueden definir como una
sucesión ordenada funcional y precisa de movimientos ojo-mano, que implican un
adecuado funcionamiento de los órganos visuales y una actividad reguladora del
sistema nervioso central, para que se produzca la respuesta adecuada, en este
caso las grafías del niño.
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